Resumen
A partir de la consolidación de la modernidad como paradigma de orden, la ciudad ha sido pensada como estrategia de control. Tal condición puede ser explicada a partir de la idea de proyecto, vinculada con la vocación de progreso que define a la modernidad. Así, la arquitectura y el diseño urbano son entendidos como una planificación que orienta los actos de la vida cotidiana. En la dirección contraria a lo anteriormente señalado podemos pensar la irrupción del arte en el espacio público. Una extrañeza que mediante su condición intempestiva activa un espesor crítico que nos re-sitúa al interior de la ciudad, interfiriendo en los imaginarios previamente consolidados. En el caso de Chile, reconocemos una fuerte vinculación entre arte y ciudad a partir de la década de los sesenta y hasta finales de los años ochenta. Sin embargo, a partir de la década de los noventa el arte chileno se repliega al espacio museal, distanciándose de la ciudad. Posteriormente, la década iniciada el año 2000 sugiere una recuperación del vínculo entre arte y espacio público, a partir del trabajo de Carolina Ruff, Julen Birke o Sebastián Preece y también a partir de la novedosa incursión de arquitectos interesados en la concepción de dispositivos que permiten una nueva percepción de lo cotidiano. Esta nueva aproximación al ámbito de lo público, la transdiciplinariedad arte-arquitectura, requieren ser reflexionadas: ¿Bajo qué condiciones se produce ésta aproximación? ¿Nos enfrentamos a la configuración de construcciones narrativas/discursivas o más bien se trata de estrategias de estetización que utilizan a la ciudad como soporte? Interrogantes que orientan el alcance de esta investigación, intentando volver a pensar al arte y su diálogo con otras disciplinas como fuente de subversión de los códigos de comprensión habituales de la realidad.