Resumen
Desplazarnos de un punto a otro como trámite cotidiano nos conecta con el flujo urbano. De manera inconsciente trazamos circuitos que nos relacionan física y emocionalmente con la ciudad, dando cuenta de una pertenencia que va modificando nuestros afectos. Los diversos recorridos y ocupaciones que realizamos diariamente forman parte de una trama cada vez más saturada de estímulos de distintas procedencias que alteran constantemente el rostro citadino, transformándolo en un cuerpo complejo e impredecible. Esta constante mutación replantea nuestra relación con la urbe y nos invita a reconsiderar nuestro rol como seres urbanos, viendo el cuerpo citadino como un cuerpo del deseo... para señalizarlo, para intervenirlo, para tocarlo. Pensamos la ciudad como un soporte donde es posible registrar nuestras vivencias o donde poder materializar un habitar momentáneo.