Resumen
En los últimos años del siglo xx un innegable optimismo se manifestaba, en la crítica de cine y en la academia, en torno a las oportunidades de difusión que los nuevos medios digitales supuestamente iban a brindar al cine de autor independiente. El paso del tiempo invita a matizar esta euforia, ya que en la actualidad se sigue observando que en los fondos institucionales de producción que lo fomentan, el criterio principal sigue siendo el potencial de los proyectos con vistas a su explotación comercial en salas y su exhibición en festivales. Así lo muestran los criterios aplicados por ejemplo por el Fonds Sud Cinéma, que ayudó a la cineasta Paula Markovitch con su ópera prima que le valió numerosos premios. La aventura de su segunda película de Markovitch, que no se ajusta de la misma manera a los requisitos del cine de autor mainstream contemporáneo es muy distinta, ya que la obra se financió a duras penas y no se ha beneficiado del mismo respaldo en festivales, lo que innegablemente contribuye en el reparo de los distribuidores en comercializarla. Los circuitos tradicionales de legitimación del cine siguen operando, y el espacio digital todavía no se ha convertido en una fuente de ingresos económicos sostenible para el cine independiente