Resumen
La arquitectura ha sido primordialmente enseñada, teorizada, practicada y criticada como un arte para el ojo. La hegemonía de la visión se ha fortalecido por innumerables invenciones técnicas que nos permiten ver dentro de la materia, como en las extensiones del espacio. Sin embargo en el trabajo creativo, se realiza una poderosa identificación y proyección; el cuerpo entero y la constitución mental se convierten en el lugar de trabajo. El tacto es el modo sensorial que integra nuestras experiencias del mundo y nosotros mismos. Un arquitecto o artista, trabaja de una manera corporal, su éxito o fracaso es sentido en el cuerpo, más que como acción cognitiva. La contribución vivencial del arte y la arquitectura involucra todos los sentidos simultáneamente, y funde nuestro sentido de identidad con la experiencia del mundo. La cultura tendenciosamente visual de nuestro tiempo, y su subsecuente arquitectura óptica, han hecho surgir una búsqueda de la arquitectura háptica y multisensorial, una arquitectura de la invitación.