Resumen
Estuve en Bilbao hace poco. Impresiona la calidad de la arquitectura, pero especialmente el orden de la ciudad. Tuvo ella fama de ser industrial y sucia pero hoy constituye uno de los polos de mayor crecimiento del turismo de España. Ello porque se han propuesto una imagen de ciudad a la que quieren llegar de la que, por ejemplo, el museo Guggenheim es un resultado y no la causa, puesto que éste es una entre muchas acciones que han planeado para hacer de ella una ciudad acogedora, bonita, amable y con facilidad de uso. Tiene calles con muy buena y bien diseñada señalización y mobiliario urbano, nuevos paseos peatonales y parques a lo largo del río Nervión -que es como la espina dorsal de la ciudad y por el que se ven nadar peces y patos-, un cuidadoso respeto por los edificios patrimoniales que conviven armónicamente con intervenciones muy modernas de los mejores arquitectos y un sistema de transporte ordenado e informado. Vale la pena destacar que en las tardes se ve muchísima gente en las calles, corriendo, paseando bajo las abundantes arboledas y, sobre todo, conversando afuera de los muchos restoranes mientras degustan unos sabrosos pintxos y un Txacolí, el vino blanco ligero con que se acompañan.