Resumen
Aquel llamado que haría Walter Gropius a artistas consagrados por un quehacer plástico, lúcido y renovador, a integrar la primera Escuela de Diseño Integral organizada en nuestro mundo occidental (con excepción de los constructores de catedrales) en el Weimar de 1919, tendría repercusiones y proyecciones insospechadas para el desarrollo de la concepción creadora en las diferentes categorías del diseño, tanto industrial como artesanal, y también en el desarrollo de las artes visuales en general y de la arquitectura en particular.