Resumen
El crecimiento demográfico mundial, la tendencia histórica de la población a concentrarse en las ciudades y la expansión en forma horizontal y desordenada de la planta física de las urbes, sin considerar la capacidad de acogida del territorio, origina la ocupación de áreas poco aptas desde el punto de vista de los riesgos. De igual modo, las ciudades generan drásticas modificaciones en el sistema natural, tales como relleno de quebradas, paleocanales y trabajos de nivelación; eliminación de áreas verdes que ofrecen servicios ambientales y cumplen un importante rol ecológico y recreacional; modificación y disminución de la cobertura vegetal y de la capacidad de infiltración del agua e incremento de la erosión del suelo. Por otro lado, la impermeabilización de los suelos, aumenta la escorrentía superficial y con ello el poder erosivo de las aguas y la pérdida de la capa vegetal. Finalmente, la intervención en cuencas hidrográficas y laderas de cerro. Todo ello contribuye a incrementar los niveles de riesgo natural y potenciar la ocurrencia de desastres naturales, específicamente inundaciones, anegamientos y derrumbes (Larraín 1992; Larraín y Simpson, 1994; Sanhueza y Vidal, 1996).