Resumen
No veo la necesidad de hablar de la obra de alguien que todavía puede defenderla solo. Cualquier obra distante, temporal o geográficamente, merece la pena. Pero este no es el caso; la obra de Eduardo Castillo está muy cerca: a cuarenta minutos en auto y al mismísimo personaje rondando por Santiago o Talca. Creo que, aún así, cabe decir algo. Aunque sólo sea porque su visita a nuestra Escuela haya sido una especie de doble reencuentro; el de Castillo con la Escuela que lo soportó durante sus dos primeros años como estudiante en arquitectura y el de un par de lejanos coterráneos que alguna vez tramaron algo juntos.