Resumen
Este modesto texto no pretende ser más que un breve apunte, una reivindicación de una de esas pequeñas joyas urbanas apenas conocida y reconocida, generalmente debido a su condición periférica (lejanía geográfica o del centro del debate urbanístico imperante) o a su sólo aparente falta de pretensión culta, sobrepasada en cualquier caso por sus alcances y logros reales. También pretende, y de ahí el subtítulo ?elogio de la intuición?, servir de agradecimiento, y nada mejor que para ser incluido en el número con que se alcanza el primer centenar de Ci[ur], al marco que me ha permitido durante todos estos años entrenar la intuición que me permite, entre otras cosas, disfrutar del placer de la experiencia y la práctica del urbanismo. Porque mi descubrimiento de la pequeña joya que aquí presento se produjo, sin mayor expectativa previa, durante un solitario y distraído paseo por la capital lituana entre los dos hoteles que alojaban a los participantes en una conferencia.