Resumen
El artículo se enfoca en las operaciones lingüísticas del documental de Miguel Littín, de modo de identificar una serie de dislocaciones relativas a la posición del hablante con respecto a la enunciación, donde la última es aquella del hablante como productor de discurso, que se desplaza desde la película hacia el espectador propiamente tal. En este documental, la consciencia del público es despertada a través de un proceso complejo de relaciones dialécticas que problematizan la realidad y la convierten en enunciaciones bajo la forma de contradicciones -aquello que denomino la estética de la contradicción y que constituye la principal estrategia discursiva de la película para convertirse en vehículo de producción de inteligibilidad social.