Resumen
Este artículo pretende reconstituir la tensión entre los primeros y frágiles intentos de los mulatos milicianos de demostrar su valía como leales servidores de la monarquía y personas ?decentes?, con las representaciones que las elites y los funcionarios locales tenían de ellos. Para lo primero, sin embargo, no eran suficientes peticiones ni argumentos en autos judiciales; también debía demostrarse, o al menos representarse en lo cotidiano, por ejemplo, a través de la ropa que se vestía, de donde se vivía, en qué se trabajaba, y qué tipo de familia se conformaba. Ello era todo un desafío, pues tanto las elites como los funcionarios de la corona los seguían concibiendo como personas de origen servil, y parte de una plebe ociosa, desordenada, y entregada a excesos.