Resumen
La manera de ganarle la batalla al tiempo, y a todos sus avatares -presentismo, contemporaneidad, inmediatez-, es con atemporalidad. Construida, imaginada o desaparecida, la arquitectura conquista la atemporalidad cuando deviene ejemplar. Cuando de su condición de edificada trasciende a la de edificante. Son perennes el Templo de Salomón, el Cenotafio de Newton o el Pabellón de Mies en Barcelona, que no dejó de existir incluso durante los años en que permaneció desarmado.Un edificio puede desaparecer por causas caprichosas, pero su permanencia tiene necesariamente una deuda con los cimientos, el oficio, su condición moral o la pasión que despierta. Y sin duda con su capacidad de adaptación. Los que conozcan Great Coxwell Barn, creo que estarán de acuerdo en que es un ejemplo puro de longevidad en arquitectura civil. Para todos, este ensayo extiende sobre la mesa las evidencias de su supervivencia, con la íntima convicción de que contienen principios universales.