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ARTÍCULO
TITULO

El puente de Triana y su tiempo

José Miguel Ávila Jalvo    

Resumen

La labor de construir un puente sobre el Guadalquivir no debía de ser empresa fácil si consideramos que desde Córdoba a Sanlúcar nadie se atreviera a emprenderla hasta mediado el siglo XIX. Que en la Sevilla de la Casa de Contratación, una de las ciudades más prósperas de la época moderna, este salto estuviera resuelto con un puente de barcas, explica, sin necesidad de otra justificación, lo insensato que le debía parecer a los expertos de la zona el fiarse del lecho del río. Esa misma prosperidad hizo que, gracias a nuevas técnicas y nuevos materiales, se retomara la intención de emprender la obra. El uso industrial del hierro, su aplicación a las comunicaciones y el éxito de los primeros puentes suspendidos -con luces iguales y superiores a la que aquí se plantea-, anima a resolver el salto de ciento cincuenta metros que, hablando en términos de distancia, separan a Sevilla de Triana. La opción de un puente colgante prospera porque salva limpiamente los problemas conocidos aunque también sirve, como es frecuente, para que entren en juego, a su rebufo, las otras alternativas disponibles. Las de fábrica, que no habían cuajado desde el XV, resurgen de la mano, como no, de Silvestre Pérez y, las de hierro (arcos o vigas), entraban en la liza, aunque ni unas ni otras resolvían el problema del suelo.